
Muchas veces me he sentado a escribir y diluir cuanto pueda pensamientos muertos, en un compás enardecido, colérico. Tal vez el aire invasivo que se arranca en medio de un fusilamiento de neuronas(cuando la arena inicia el despliegue de sus pequeñas unidades suicidas hacia un abismo firme, envuelto en una esencia vidriosa y transparente) se haya entremetido en la superficie de arena nueva, abonada y fértil.
Ganas de que me lleve el diablo y me de fuerzas para enfrentar mi espalda somnolienta, sí, siempre quise; mas, un arrebato, un impulso quizás, me metió de lleno en un paraje más cordial.
Se entremete la historia, tal vez, pero sólo yo puedo tejer y deshilachar mi tejido. Sólo yo tengo la habilidad para enardecer lo que me haga bien. Sólo yo.
Caminando, como ha sido siempre, caminando despacito para entender bien la corriente. Se huele lo húmedo y lo seco y tan sólo mi nariz está al tanto de lo que más allá hay y de lo que más aquí puedo hacer.
De pronto, abrir mis ojos es encantadoramente satisfactorio. Sentir que todo mi cuerpo está aquí y allá donde sus labios me buscan. Abrir los ojos y sentir que si lo pierdo, ya no hay más vientos que puedan correr en el aire, que no habrá más brisa que introducir en mi nariz.
Siento la necesidad de olvidar la ira, de olvidarme de pensar que tengo un aguijón imaginario incrustado en la cola. Soy sólo yo, no hay más. Y es sólo él. No hay nada entremetido.
De vez en cuando, me paro frente a la puerta y diviso zapatos debajo de mi cama y pienso que es momento de apretar y soltar rápida y maquinariamente mis piernas, pero caen cenizas y no es tiempo de cubrirse con un paraguas: se hace tarde y es mejor preparar el fuego y deshumedecer la leña.
He estado ahorrando un poco de dinero y de a poco estoy juntando herramientas para sacudir la casa que construiremos, además de la acera que nos lleve a ella. Lo estoy haciendo de a poquito caminando, hay piedras entremetidas y estoy obsesionada en que salgan del piso antes de que las pise alguno de las dos y la arrastre por toda nuestra senda y nos raye el camino. Los niños no quieren verla cuando recorran estos lugares, claro que no.
La cama está hecha, está hecha, está calentita. Frente a mí, en medio de mis dos ojos comienza la niebla a despertarse y se dibujan, anaranjados y acalorados, verde amarillos recuerdos de sonrisas tibias antes de dormirse. Olores nuestros, cuerpo a cuerpo... es hora de dormir y tu mano en mi rostro me calma el corazón, suaviza su ritmo y le invita a apaciguarse. Estamos los dos y lo siento por dentro. Estamos durmiendo, atormentados por sueños, por arenas, pero estamos durmiendo, sólo los dos. Y tan solo eso ha de nublarme la vista, tan sólo eso. Lo demás es sueño, lo demás es trastorno ajeno.
Me voy a dormir; la cama no está hecha, una sola cabecera se encuentra en el centro superior y tú no estás... entonces, nublo la vista: me tomarás de la cintura, me besarás y me llevarás a dormir. Se agota el día, es hora de dormir. Pronto una llamada encenderá mi vista y me hará salivar. La niebla se dispersará y de ella saldrás con tu buena sonrisa, con tu buen amor. Te amo y nada en el mundo me carcome tanto como el extrañarte. Te amo.
1 comentario:
(Aplaudiendo!!!!)
Se-ño-ri-ta!!! Que buenas letras, bailaron con mi cerebro, lo llevaron, lo dejaron, lo pasearon. De verdad se siente la inspiración y el sentimiento en este post! De verdad felicidades por lo que te esta tocando vivir y por lo que te hace escribir.
Saludos y Abraxxos!
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